¿Cuáles son las habilidades que nuestros alumnos requerirán en el futuro? ¿Cómo prepararlos para el futuro que les espera? Estas son algunas de las preguntas recurrentes que pasan por la mente de docentes e instituciones educativas. Si bien existe un gran enfoque en el uso de la tecnología desde habilidades y actitudes de una ciudadanía digital hasta la necesidad de iniciar a los alumnos en el campo de la programación, ésta es sólo un recurso para lograr un fin mayor.
Por ello, es pertinente responder a estas preguntas desde un enfoque más amplio, preguntándonos ¿Cuál es el objetivo de la educación? ¿Qué futuro les espera a los alumnos? Debido a, y cada día constatamos más, que el futuro es en realidad demasiado incierto, debemos pensar en preparar a los alumnos para que se sepan y sean capaces de construir ellos mismos ese futuro.
¿Cómo podemos lograr que nuestros alumnos sean capaces de construir el futuro? Centrándonos en el alumno, quizá la respuesta parece sencilla, pero el educador tiene la importante labor de ayudar al alumno a desarrollar las capacidades que ya posee, centrándose en habilidades como creatividad, curiosidad y respeto, y no en el aprendizaje a nivel de asignaturas.
Es por esto que necesitamos avanzar y dejar atrás los procesos de memorización que tenían un peso fundamental en la educación en siglos pasados. Hoy por hoy es más importante el desarrollo de la curiosidad para fomentar el aprendizaje constante, es más importante el respeto para aprender a trabajar en equipos de manera colaborativa y construir en conjunto, pero sobre todo es más importante aprender a respetarse a uno mismo, conocerse, serse fiel y desde ahí dar cada quien su mejor versión.
¿Qué pasaría si utilizáramos la tecnología para ayudar a los alumnos a crear distintas soluciones, fomentando su creatividad, curiosidad y trabajo en equipo con el uso de la tecnología (internet, robótica, e incluso inteligencia artificial) todo con un gran sentido de ética?
De acuerdo con el Prof. César Bona, “estamos hechos de emociones, y si estamos hechos de emociones tenemos que saber encontrar las emociones de los niños”. Entonces, ¿por qué no proponemos actividades que emocionen a nuestros alumnos, que les ayuden desarrollar la confianza en sí mismos mientras inculcamos el respeto, la ética, la curiosidad, la creatividad, el trabajo en equipo? ¿Y qué pasaría si mientras los alumnos realizan estas actividades utilizan la tecnología y conceptos de STEAM?
Adoptemos metodologías y alternativas que nos lleven a una enseñanza más humana, con una perspectiva desde el interior, desde las fortalezas, emociones e ideas de nuestros alumnos y desde ahí encaminemos todas esas inquietudes y deseos para que creen la realidad que desean vivir.